JUE, 20 / NOV / 2025

CRIA CHIPS Y DOMINARAS EL MUNDO

La “CRIA DE CHIPS” por parte de NVIDIA le ha otorgado un peso geopolítico tal que hoy es dificil imaginar una toma de decisión de importancia mundial sin su particiapación

La expansión global de Nvidia la colocó en un lugar central dentro de la política internacional. Su director ejecutivo, Jensen Huang, pasó de ser un referente de Silicon Valley a transformarse en un actor buscado por gobiernos que necesitan acceso a chips para desarrollar proyectos de inteligencia artificial.

Durante la actual administración estadounidense, la empresa se convirtió en una herramienta diplomática: los chips de Nvidia se usaron como incentivo en negociaciones con países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Armenia, Azerbaiyán y Kazajistán, donde acuerdos de paz y pactos estratégicos incluyeron compromisos tecnológicos apoyados por hardware de la compañía.

Esta ubicación privilegiada llevó a Huang a interactuar de manera directa con la Casa Blanca, influir en discusiones sobre reglas de exportación y ser parte de giras presidenciales, algo inusual para un empresario del sector.

A la vez, la posibilidad de vender o restringir chips de última generación a China se convirtió en un punto de tensión geopolítica, dejando en claro que Nvidia hoy está en el corazón de la competencia tecnológica entre potencias.

Economía global, poder de mercado y redes comerciales

El impacto financiero y comercial de Nvidia es enorme. La empresa domina cerca del 90% del mercado de chips para centros de datos de IA y cerró el último trimestre con ganancias de casi 32.000 millones de dólares y ventas superiores a los 57.000 millones, impulsando un ciclo de inversiones global sin precedentes en infraestructura informática. Su peso bursátil supera los cinco billones de dólares, moldeando expectativas en Wall Street y afectando tanto a tecnológicas como al resto del mercado.

El rol comercial de Nvidia se amplifica por sus alianzas y operaciones cruzadas: invertirá 100.000 millones en OpenAI, financiará compras masivas de sus propios chips y participa en acuerdos que estructuran el ecosistema de IA, como los proyectos de supercentros de datos vinculados a Microsoft, Oracle y SoftBank en Estados Unidos y Medio Oriente.

Además, su cercanía con proveedores críticos como CoreWeave —que recibió un pedido de más de 6.300 millones de dólares y está parcialmente controlado por Nvidia— refuerza una red en la que la empresa impulsa y, al mismo tiempo, depende del crecimiento de actores que expanden la demanda de sus GPUs.

Incluso su inversión de 5.000 millones en Intel muestra cómo reconfigura el mapa industrial, colaborando con antiguos rivales para sostener la capacidad global de producción de chips y evitar quiebres en la cadena de suministro.

La magnitud de estos movimientos alimenta discusiones sobre posibles burbujas, ya que una parte del negocio se apoya en acuerdos circulares donde las inversiones regresan como compras de hardware, pero aun así Nvidia continúa capitalizando una demanda que crece a escala mundial.

En este escenario, la presencia de Nvidia actúa como un motor que acelera decisiones públicas y privadas en todo el mundo, abriendo oportunidades inéditas pero también creando tensiones que muestran hasta qué punto su peso puede moldear, para bien o para mal, el rumbo político, tecnológico, financiero y comercial del planeta.

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