En 1972 la Unión Soviética lanzó al espacio una sonda de exploración conocida como Cosmos 482. El objetivo era llegar a Venus. Sin embargo, el ingenio nunca alcanzó suficiente velocidad como para establecer la trayectoria necesaria. En cambio, quedó atascado en órbita.
En imagen: una réplica de la sonda.
La sonda se rompió en cuatro pedazos y dos de ellos cayeron al planeta durante los siguientes par de días. Pero las otras dos quedaron allí, y han estado dando vueltas y vueltas mientras el país que las creó desaparecía.
La órbita no ha sido completamente estable, se ha ido deteriorando lentamente. Luego de décadas el descenso acumulado ha llevado a un punto tal en el que se espera que los restos caigan de forma precipitada. Según cálculos de la NASA la entrada a la atmósfera podría producirse el 10 de mayo.
Los riesgos
La sonda fue diseñada para resistir la atmósfera de Venus, que es 90 veces más densa que la de la tierra. Así pues, es muy resistente. Como consecuencia, es prácticamente imposible que los fragmentos se desintegren antes de impactar.
Como ha ocurrido con otros tanto objetos cayendo desde el espacio, el riesgo de que produzca verdadero daño es bastante reducido. La mayor parte del planeta es océano y del resto la mayor parte está vacío. Pero ha habido gente que ha tenido mala suerte.
Un desecho de la Estación Espacial Internacional le rompió el techo
La mala noticia es que hay cientos de miles de fragmentos en órbita, desechos de la actividad espacial que tarde o temprano irán cayendo. Por suerte no todos al mismo tiempo.