El panorama judicial para las grandes empresas de tecnología ha producido resoluciones favorables de peso en años recientes, comenzando con el dictamen del juez federal de USA, Amit P. Mehta quien, en agosto 2024, se expidió definiendo a Google como un monopolio que actuó ilegalmente para mantener su dominio en el mercado de búsquedas en línea.
La decisión, calificada como un hito en la era moderna de internet, concluyó que Google cimentó su posición pagando miles de millones de dólares anualmente a compañías como Apple y Samsung para ser el motor de búsqueda automático en dispositivos y navegadores.
El juez argumentó que estos acuerdos negaron a los rivales la oportunidad de alcanzar la escala necesaria para competir. Además, determinó que el monopolio le permitió a Google inflar los precios de algunos anuncios de búsqueda, lo que a su vez le proporcionó más dinero para asegurar inversiones clave.
Cuando llegó el momento de determinar los remedios para la conducta de Google, la irrupción de la inteligencia artificial generativa se convirtió en un factor importante que modificó el curso del caso.
Google argumentó que la aparición de chatbots y la competencia de la IA habían cambiado drásticamente el panorama tecnológico, haciendo innecesarias las medidas más severas. El juez Mehta coincidió, dictaminando que Google debía dejar de pagar por derechos exclusivos de búsqueda y compartir algunos datos con sus rivales, pero se negó a obligar a la compañía a desprenderse de su navegador Chrome.
Los inversores interpretaron esta decisión como un alivio y las acciones de Google y Apple, siguieron su camino ascendente.
Eeste mes, en un fallo totalmente diferente, Meta obtuvo un enorme triunfo cuando el juez James E. Boasberg dictaminó que la compañía no infringió la ley antimonopolio al comprar Instagram (2012) y WhatsApp (2014) hace más de una década. La FTC había demandado a Meta por usar una estrategia de “comprar o desmantelar” para cimentar su dominio.
Sin embargo, el juez Boasberg rechazó el argumento, señalando que el mercado de redes sociales ha evolucionado con una rapidez tremenda, citando a TikTok y YouTube como pruebas de la feroz competencia que enfrenta Meta.
Esta victoria para Meta, y los antecedentes de Google, podría incentivar a Silicon Valley a retomar las adquisiciones directas. Las grandes tecnológicas habían evitado durante años las compras totales de startups para esquivar el escrutinio regulatorio, optando por inversiones minoritarias o “adquisiciones de talento” (como la inversión gigantesca de Meta en Scale AI).
Ahora, se espera que estas resoluciones, que subrayan la lentitud de los tribunales frente al cambio tecnológico, eliminen la necesidad de esconder lo que están haciendo, abriendo la puerta a más fusiones y adquisiciones en el sector, dando, probablemente, lugar a mayores super estructuras tecnológicas que sigan equivando la ley hacia adelante.
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Hace unos días la agencia Reuters publicó un informe basado en una serie de documentos internos de Meta a los que había obtenido acceso. En ellos se estimaba que la compañía había calculado que el 10% de sus ingresos durante 2024 eran producto de avisos para estafas y productos prohibidos. Esto suponía unos USD 16 mil millones.






