GENERACION BETA ALGORITMOS Y DESIGUALDAD

JUE, 27 / NOV / 2025

Este informe analiza la “Generación Beta” y cómo la inteligencia artificial, los algoritmos y la desigualdad tecnológica moldearán la infancia entre 2025 y la próxima década, con impactos directos en educación, aprendizaje y oportunidades a escala global.

Autor: Claudio Peña

Qué es la Generación Beta

El término “Generación Beta”, popularizado por Mark McCrindle, nombra a quienes nacerán desde 2025 en adelante y crecerán en un entorno donde la IA es cotidiana. Más que fijar rasgos, funciona como etiqueta provisoria para ordenar tendencias culturales y tecnológicas, entendiendo que las experiencias de la niñez serán muy distintas según el contexto material.

El Informe advierte que el atractivo del nombre viene de condensar en una palabra la convivencia entre infancia e IA, útil en medios y redes, pero insuficiente si no se observan las condiciones concretas de acceso.

La discusión, entonces, se desplaza de la consigna a los datos: quiénes podrán usar internet y servicios algorítmicos con normalidad y quiénes quedarán al margen por falta de conectividad, dispositivos y habilidades digitales.

La noción de “Generación Beta” opera como un punto de partida analítico, una etiqueta provisional que permite organizar tendencias culturales emergentes sin atribuir rasgos fijos o universales a quienes nacerán en esos años.

Brecha digital y algorítmica: tres infancias

La brecha digital infantil, definida como la diferencia en acceso, uso y calidad de internet entre niñas, niños y adolescentes, sigue siendo enorme. Informes de UNICEF y la UIT estiman que cerca de dos tercios de los estudiantes de 3 a 17 años no tienen conexión en el hogar; la ilustración de la página 5 muestra que solo el 6% de quienes viven en países de ingresos bajos dispone de internet doméstico, contra el 87% en los de ingresos altos.

Sobre esa base surge la brecha algorítmica: no solo importa estar online, sino tener hardware adecuado, habilidades de uso y servicios en idioma y contexto local para aprovechar buscadores, plataformas de recomendación y, cada vez más, IA generativa.

El resultado es un mapa de tres experiencias infantiles. Están las infancias algorítmicas, con banda ancha, múltiples dispositivos y exposición temprana a sistemas que median información y decisiones.

Existen infancias híbridas, con conexión intermitente o limitada a un único equipo y planes de datos escasos, que alternan entre recursos digitales y prácticas presenciales. Y persisten infancias desconectadas, donde internet no forma parte de la vida diaria y el conocimiento circula por la escuela, la oralidad y redes comunitarias.

El mapa del Índice de Preparación para la IA del FMI en la página 8 muestra países como Singapur, Estados Unidos y varios europeos cerca de 0,80, mientras gran parte de América Latina, África y Asia Central permanece en rangos bajos, consolidando asimetrías en capacidades digitales.

En el otro extremo, donde la infraestructura mínima no está garantizada, la infancia construye su relación con el conocimiento principalmente a través de canales presenciales, materiales físicos y redes comunitarias. Esta diferencia de entorno será la base sobre la que se definan las tipologías de infancia que el informe utilizará para analizar el futuro de la Generación Beta.

Educación, aprendizajes y futuros posibles

La IA educativa agrupa tecnologías que analizan desempeño y adaptan contenidos, liberando tiempo docente y diversificando rutas de aprendizaje cuando hay datos consistentes y conectividad estable. En escuelas con infraestructura, la personalización algorítmica y los tutores generativos se integran sin fricción; en contextos híbridos, su uso es discontinuo y la lectura de progreso se distorsiona por falta de datos; en escenarios desconectados, el aprendizaje se sostiene en recursos analógicos y el vínculo con la IA es ausente o esporádico.

Estas diferencias generan trayectorias cognitivas divergentes en cómo se busca, valida y aplica información. Hacia 2030–2040, el Informe plantea tres caminos plausibles. La continuidad desigual profundiza brechas: quienes ya cuentan con infraestructura consolidan ventajas y el resto queda en sistemas tradicionales. La transición híbrida expande el acceso y baja costos, pero sin uniformidad; la alfabetización algorítmica avanza como objetivo, aunque su uso cotidiano queda desparejo.

La convergencia inclusiva, en cambio, coordina infraestructura, políticas educativas y regulación para universalizar conectividad, dispositivos y herramientas de IA, sin desplazar el rol docente y promoviendo pensamiento crítico frente a automatizaciones.

Tras revisar el término “Generación Beta”, el documento concluye que la metáfora es útil para señalar un cambio de época, pero oculta la heterogeneidad de experiencias que imponen el territorio, los recursos familiares y el sistema escolar.

La lectura más realista no pregunta solo si la infancia convivirá con IA, sino quién podrá interpretarla, usarla y cuestionarla, porque la desigualdad no se limita al acceso físico: también incluye calidad educativa, modelos culturales y capacidad crítica.

En síntesis, “Generación Beta” existe como clima cultural, mientras el futuro de millones de chicos dependerá de cerrar la brecha digital y la algorítmica para que la IA educativa sea un derecho y no un privilegio.

En este escenario, la alfabetización algorítmica se vuelve una habilidad compartida. Las escuelas incorporan recursos generativos para explicar contenidos, practicar distintos métodos de resolución y enseñar cómo validar información y reconocer límites de la automatización. La IA se integra al proceso cognitivo como apoyo, no como sustituto del razonamiento humano.

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