En teoría la luna no le pertenece a nadie, en la práctica algunos países pueden llegar a ella y considerar la explotación de sus recursos y otros no. El nuevo jefe de la NASA, Jared Isaacman, afirmó que Estados Unidos volvería al satélite natural durante la presidencia de Donald Trump.
Un candidato a los tropezones
Isaacman parece ser el mediador ideal para esta etapa de la agencia espacial. Es muy cercano a Elon Musk, jefe de SpaceX y cuenta con la confianza del actual presidente. Sin embargo, su designación no fue sencilla, y hubo muchas idas y venidas en el senado hasta que se aprobó su nombramiento.
Aún antes de este tira y afloje, hubo otros problemas. Isaacman había sido nominado por Trump en 2024, pero luego el mandatario retiró la postulación argumentando que había asociaciones previas que la hacían inconveniente. En realidad, este movimiento coincidió con una pelea intensa entre Trump y Musk, que incluyó la amenaza del empresario de fundar su propio partido político.
En noviembre de 2025, tras el trabajo de varios aliados en común, la relación entre Trump y Musk se estabilizó e Isaacman recuperó su nominación.
La luna y los intereses de EEUU
Las primeras declaraciones de Isaacman dejan en claro que el objetivo de la NASA no es solo la exploración, el avance científico y el progreso de la humanidad. Nunca lo fue del todo, pero ahora lo es menos.
“Queremos tener la oportunidad de explorar y aprovechar el potencial científico, económico y de seguridad nacional que ofrece la luna”, afirmó el administrador. Entre las opciones de desarrollo en la Luna aparecen la construcción de centros de datos e infraestructura y el minado de Helio-3. El Helio-3 puede utilizarse para la producción de combustible y la producción de energía por fusión.
En efecto, según señala Isaacman, una vez que Estados Unidos haya construido su base lunar, comenzará el trabajo para la producción de combustible y energía nuclear.





