JUE, 27 / MAY / 2021

En el futuro quizás tengas un pulgar extra

Un estudio de la University College London ha demostrado que el cerebro humano se adapta rápidamente a la presencia de partes del cuerpo extras. El dispositivo utilizado en el experimento ofrecía un pulgar adicional debajo del dedo meñique.

Los avances tecnológicos han permitido la creación de prótesis cada vez más prácticas, eficientes y cómodas. El progreso ha sido especialmente notable en los últimos años.

Sin embargo, por regla general, la idea siempre ha sido la de recuperar o aumentar las capacidades que son propias del cuerpo.

Un brazo ortopédico es un buen ejemplo del primer caso, un exoesqueleto sirve para ilustrar el segundo.

Las posibilidades son en realidad mayores y un reciente estudio de un grupo de investigadores de la Universidad de Londres sirve como prueba.

 

Un pulgar extra

Tercer Pulgar es un dispositivo creado por Dani Clode como parte de un proyecto de graduación premiado por la Royal College of Art, una universidad pública dedicada al arte y el diseño.

El dispositivo se ajusta a la mano y le permite al usuario acceder a un pulgar extra por debajo del dedo meñique.

El pulgar adicional se controla con un sensor de presión ubicado en uno de los pies, debajo del dedo gordo.

El ingenio llamó la atención de un equipo de científicos de la UCL que estaban estudiando como se adapta el cerebro humano a la presencia de una parte extra en el cuerpo.

Experimento

Los investigadores entrenaron a un grupo de personas en el uso del dispositivo para que pudieran realizar tareas cotidianas. Mucho del trabajo que debían realizar exigía la presencia del pulgar extra, como por ejemplo tomar cierta cantidad de pelotas o copas de vino.

El aprendizaje fue bastante rápido.

Los participantes no solo realizaron estas tareas con éxito, sino que con el tiempo llegaron a sentir el pulgar extra como una parte de su cuerpo. El pulgar fue utilizado efectivamente a ciegas y mientras la persona que lo portaba estaba distraída.

Ejemplos cotidianos

En realidad lo que han comprobado los científicos está lejos de ser una sorpresa. Salvando ciertas distancias existen ejemplos cotidianos de la adaptación de nuestros cerebros a las prótesis y herramientas.

Tal es el caso del bastón de una persona ciega, o incluso los comandos que se utilizan cuando se disfruta un videojuego.

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