Uno de los puntos centrales en la discusión sobre la justicia y el sistema penitenciario siempre ha sido su efectividad. No solo se trata de retener a quien ha cometido un delito y puede ser peligroso para la sociedad, en teoría debería producirse un proceso de reinserción que permitiera que al cumplir cada sujeto su sentencia no reincida en sus acciones. En la práctica este ideal está muy lejos de cumplirse, al menos en términos estadísticos y a grandes números.
Resulta entonces interesante la experiencia llevada a cabo en San Quentin, la archiconocida prisión de los Estados Unidos en San Francisco. Se trata del programa Last Mile (última milla) que tiene como objetivo promover emprendimientos. Programas aceleradores para empresas hay muchos, pero este es el primero enfocado en quienes purgan una condena. No es un programa masivo, apenas ha comenzado con 7 participantes, pero es una valiosa experiencia piloto.
Los participantes fueron entrenados durante 6 meses en tecnología, emprendimiento, marketing y finanzas. Luego se les pidió crear un plan de negocios para un mercado específico a manera de proyecto final. Puede argumentarse que sostener un programa de esta naturaleza supone un costo. Sin embargo las autoridades son conscientes de que los criminales reincidentes son un costo aún mayor. El 30% de los liberados son apresados nuevamente luego de 3 años. El costo del mantenimiento de un prisionero en los Estados Unidos es de U$S 31.286 al año. El programa no solo supone una posibilidad de rehabilitación, también de ahorro de recursos.
El proyecto es obra de Chris Redlitz y Beverly Parenti y tiene como objetivo utilizar la tecnología para producir un cambio social. El nombre del programa alude a la dificultad que supone el último paso a la libertad de los prisioneros y su adaptación al mundo exterior. Este matrimonio ya tiene un emprendimiento exitoso conocido como KickLabs que trabaja como aceleradora. Last Mile es el traslado de las mismas herramientas a otro ámbito.
Fuentes: Policymic