El Galaxy Note 7 pasó de ser el gran orgullo de Samsung en lo que respecta a móviles, a transformarse en una de las mayores pesadillas de su historia. El dispositivo, que llegó al mercado con el mote de “el mejor smartphone Android jamás fabricado” resultó un gigantesco dolor de cabeza para la firma surcoreana debido a fallas en su diseño que provocaron cientos de incendios a nivel mundial (que podrían multiplicarse por miles) al ser cargados.
2.5 millones de dispositivos fueron llamas a revisión, con el objetivo de solucionar lo más rápido posible. Lamentablemente, tanto para los usuarios como para el fabricante, la nueva tanda de reemplazo también sufre de problemas de sobrecalentamiento y explosiones, por lo que se decidió el cese total de su producción y la suspensión de las ventas, lo que tendría un costo de 17 mil millones de dólares para Samsung Electronics.
Para llenar ese agujero financiero la compañía pondrá todos sus esfuerzos en la comercialización del Galaxy S7. De acuerdo a un artículo publicado hace horas por The Korea Herald, la firma incrementará la producción del S7 y tratará de insertar en el mercado más unidades de su gama media, como el A8.
El S7 Edge, que fue muy bien recibido por los usuarios y la prensa especializada, puede ocupar tranquilamente el hueco en el mercado dejado por el Note 7 ya que se trata también de una phablet de 5.5 pulgadas, aunque carece del S-Pen, un elemento distintivo de la familia Note. Claro está, no dependerá solo del teléfono su performance en ventas, sino que se deberá realizar además una agresiva campaña de marketing para “limpiar” a la marca y hacer que los consumidores sigan apostando por sus productos.
Los próximos dos trimestres, con sus sendos resultados financieros, finalmente mostrarán si la nueva estrategia de Samsung tendrá éxito o, por el contrario, el daño hecho por el Note 7 es irreparable.
