En teoría las propinas son una demostración de gratitud para quien realiza un servicio de calidad, una forma de solidaridad para compensar un trabajo que tal vez no esté lo suficientemente remunerado. En la práctica se han convertido en una obligación, un protocolo calculado que se aplica en algunos ámbitos y otros no sin importar su necesidad. Es una cuestión de tradición.
En Estados Unidos, la compañía DoorDash, un servicio para el reparto de alimentos, tiene una opción para establecer propinas al momento de realizar la orden. Los repartidores, conocidos como Dashers, no pueden ver la propina de un modo particular, pero esta se refleja en el beneficio que ofrece el viaje cuando aparece en la plataforma. Como consecuencia los viajes sin propina sufren mayores retrasos.
Aviso
DoorDash se ha dado cuenta del efecto producido y ha comenzado a probar un mensaje de advertencia en su aplicación. Cuando el usuario no incluye una propina el servicio le informa:
Las órdenes sin propina pueden tardar más en ser enviadas. ¿Está seguro que quiere continuar? Los Dahsers pueden elegir las órdenes que quieren realizar. Las órdenes que tardan más en ser aceptadas suelen resultar en entregas más tardías.
Dado que los repartidores no son en sí empleados de la plataforma, solo asociados, nadie puede exigirles tomar una tarea que ofrece un pago menor.
DoorDash explica que el esfuerzo de los repartidores es lo que motiva a la compañía a incentivar a los usuarios para que demuestren su aprecio por el trabajo realizado. Una idea que resulta extraña, porque supone que el cliente debe ser el encargado de la recompensa, no la empresa. Y si el servicio no es todo lo bueno que debería ser es su culpa.
